¿Qué lectura puede hacerse de la irrupción de estos sellos en el sector editorial? En primer lugar, que todas aquellas editoriales enfocadas a la autoedición lo tendrán difícil para subsistir. Si en la edición tradicional es la editorial la que decide qué títulos publicar y cuáles desestimar, en la autoedición sucede a la inversa: es el autor quien elige qué editorial desea que le publique. Y teniendo en cuenta que los grandes grupos son los que reciben mayor número de propuestas de edición, y que las que antes rechazaban serán reconducidas a sus sellos de autoedición... es un movimiento estratégico no solo lógico, sino también inteligente por parte de los grandes grupos para absorver y concentrar la demanda de estos servicios en ellos mismos.
En segundo lugar, es muy probable que resulte aún más difícil a escritores noveles conseguir un contrato de edición tradicional, dado que en la autoedición el riesgo de pérdidas por parte de la editorial es inexistente; es todo beneficio. En cambio, invertir en una publicación siempre entraña riesgos, tal y como indicaba en La realidad del mercado editorial. Así lo señalaba también, por ejemplo, la agente literaria Sandra Bruna en El País, en un artículo sobre la autoedición:
«Con la crisis, las editoriales se arriesgan menos con debutantes y por eso hemos decidido que de los que me lleguen, si tienen calidad suficiente, los editaremos en digital nosotros y si funcionan en la Red, los moveremos ante editores clásicos».
Y en tercero, se confirma un hecho: «Hoy hay casi más escritores que lectores», bromea Parrilla, co-fundador de la firma Lantia Publishing en el artículo del diario Expansión sobre la noticia. Pero lo cierto es que, en realidad, los datos hablan por sí mismos desde, al menos, un par de años, tal y como recoge El País: Muchos libros para pocos lectores.
Así pues, si siempre ha sido un logro que una editorial decidiera invertir y apostar en la publicación de una obra, en los tiempos que corren, lo es más aún todavía...