Sin duda, comparto plenamente las declaraciones del neurocientífico estadounidense, psicólogo y profesor de Harvard Howard Gardner: la excelencia en la profesión va ligada también a la excelencia como persona.
¿Por qué hay excelentes profesionales que son malas personas?
Descubrimos que no los hay. En realidad, las malas personas no puedan ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.
A mí se me ocurren algunas excepciones...
Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre ECE: excelentes, comprometidos y éticos.
¿No puedes ser excelente como profesional pero un mal bicho como persona?
No, porque no alcanzas la excelencia si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia. Si no te comprometes, por tanto, con objetivos que van más allá de tus necesidades para servir las de todos. Y eso exige ética.
Y lo comparto desde una visión meramente práctica: la mayoría de las profesiones en la actualidad no existen para satisfacer las necesidades de un solo individuo, sino a grupos más o menos amplios de personas. Y siendo así, la manera más eficaz no solo para lograr relaciones fructíferas sino también para mantenerlas en el tiempo, es que satisfagan a ambas partes en un clima de confianza. De ahí la imagen que escogí para iniciar la entrada: dos personas abrazadas en símbolo de un equilibrio en su acuerdo para que fructifique sin perder el tiempo en desconfianzas.
En fin, que hacer mal las cosas está al alcance de cualquiera; no exige esfuerzo alguno. Hacerlas bien, teniendo en cuenta todos los factores para que sea beneficioso, implica excelencia. Es por ello que, para ser un buen profesional, hay que pensar tanto en los demás como en uno mismo.