Por el momento, no contamos con autores que sean considerados universales en literatura infantil y juvenil, y los niños y jóvenes se enfrentan en la enseñanza a libros que no son apropiados para lectores infrecuentes. El Quijote, La regenta, El tragaluz y, por extensión, casi todas las lecturas obligatorias en los planes de estudio, pueden causar el efecto contrario al deseado. Lamentablemente, no hay otra opción: ni Stevenson, ni Julio Verne o Salgari, por nombrar sólo a tres de los grandes, son españoles, como tampoco lo son Andersen, Perrault o los hermanos Grimm.
Pero aun así, existen alternativas que pueden ayudar a fomentar la lectura, cambiando la impresión ardua que pueden provocar las lecturas clásicas españolas por otra más entretenida y lúdica para estas edades. Y una de ellas es la que da lugar a esta entrada.
Hace unos meses tuve el placer de ser invitado por el Ministerio de Cultura a participar en el programa Encuentros Literarios y, fruto de ello, estuve en el IES José Alcántara de Belmez (Córdoba). El objeto de este encuentro era impartir una conferencia acerca de una de mis colecciones de cuentos, Los bosques perdidos, que los alumnos habían leído previamente, con el fin de fomentar el hábito lector. Pero, además, esta actividad fue complementada con otros elementos que me parecieron tan interesantes como eficaces para acercar la literatura a los más jóvenes.
Las profesoras Lucía Díaz y Lidia García habían organizado junto a la editorial Edimater unos talleres de escritura e ilustración. Lo cierto es que los resultados de algunos de los estudiantes que participaron en ellos, me sorprendieron gratamente; tenían talento. Pero además de despertar tal vez en algunos una faceta artística que desconocían, fue una manera imaginativa de acercarles al universo de los libros. Ellos mismos crearon, compartieron sus emociones, preocupaciones y también alguna que otra risa provocada por textos que buscaban precisamente eso… El mensaje de que la literatura puede ser atractiva, entretenida e interesante quedó implícito en las obras que plasmaron en el papel.
Ya sólo por esto, porque a través únicamente de su imaginación pudieron entender algunas de las causas que pueden dar vida a un libro, pienso que fue una iniciativa muy positiva. Sin duda, ayuda y mucho a que vean la literatura como lo que realmente es, un medio de entretenimiento que busca conectar con los lectores según su edad y gustos, de igual modo que lo hace el cine y la televisión con los espectadores.
Por eso es extremadamente importante todo lo que se haga para enmendar esta situación, como en este caso lo fueron claramente los talleres y la posterior publicación de este libro, ya no por la supervivencia de la literatura o para elevar el nivel cultural, sino por lo verdaderamente crucial: para fomentar en los jóvenes el acceso a un medio de entretenimiento tan satisfactorio y placentero como lo es la lectura.