Por nombrar sólo a algunos de los más conocidos, Gran Bretaña tiene a Robert Louis Stevenson, Arthur Conan Doyle, Walter Scott, Rudyard Kipling, Frederick Marryat, Tolkien y Charles Dickens; Francia a Perrault, Alejandro Dumas, Julio Verne y Paul Féval; Estados Unidos a Jack London y Louise May Alcott; Italia a Emilio Salgari y Edmundo de Amicis; Dinamarca a Andersen; Alemania a los hermanos Grimm; Irlanda a Oscar Wilde; Suiza a Johanna Spyri; Polonia a Henryk Sienkiewicz; Holanda a Will Huygen... pero en España, simplemente no hay nadie.
Es la gran asignatura pendiente, pues aunque la literatura no entiende de naciones (al menos, eso es lo que pienso) sí lo hacen los sistemas educativos, y a la postre, esto influye en los índices de lectura. Miguel de Cervantes, Quevedo, Baroja y otros tantísimos grandes escritores nuestros, son sin duda ilustres figuras universales, pero están lejos de ser puntos de referencia para el disfrute de la literatura para los más jóvenes, y es ahí donde se inicia el gusto por la lectura.
Probablemente, ésta sea una de las causas más importantes por las que el índice en España está por detrás de otros estados que sí cuentan con una sólida tradición literaria en infantil y juvenil, integrada en los sistemas educativos y potenciada por las instituciones culturales. Cabría preguntarse qué pasó en nuestro país, y por qué razón tenemos este vacío histórico. Sin duda, es un buen motivo para la reflexión, el primero de ellos.