Cómo publicar un libro

La última vez que contesté a esta pregunta fue recientemente en el foro de mi página en facebook. Sin embargo, por falta de tiempo, no pude dar una respuesta tan extensa como me hubiera gustado, y por la misma razón, pocas veces puedo contestar correos o participar en las redes sociales. Por eso me he decidido a hacerlo hoy aquí.

Obviamente, mi experiencia se basa en este lustro que llevo publicando libros, y alguien que lleve más años o tenga más recorrido seguramente añadiría más recomendaciones, pues aún me quedan muchas incógnitas por resolver; pero de momento, lo primero que diría es que el mundo de la literatura es semejante al del deporte de élite: es muy difícil que un deportista, con sólo un año de entrenamiento, sea capaz de ganar unas olimpiadas. Lo normal es que lo consiga al cabo de tiempo y esfuerzo, ejercicio y preparación, técnica y disciplina, voluntad y sacrificio… y en literatura también acostumbra a ser así.

En este sentido, hay una entrevista a Carmen Posadas que me pareció interesante (supongo que todos los escritores hemos hecho lo mismo en su día, y es tomar de referencia a los recorrieron el camino antes que nosotros, intentar saber cuál fue su experiencia):


Que el tiempo es un factor es algo que se debe tener muy en cuenta desde el principio para no desilusionarse. Los que empiezan tardarán normalmente en encontrar su espacio, y si se observa la trayectoria de autores, esto rara vez suele ocurrir antes de pasados cinco años desde su primera publicación. Hay algunas excepciones (siempre las hay), pero lo frecuente es que las posibilidades de que suceda se den como muy pronto a partir de ese momento y no antes. Y es normal que así sea, pues si se empieza desde la nada —como fue mi caso—, hay una gran cantidad de cosas que se ignoran y que son necesarias aprender; pero primero hay que darse cuenta de ellas, y esto es lo que lleva más tiempo si no hay alguien que nos guíe.

En primer lugar, se tiende a pensar que con tener talento es suficiente. Y no es así. Volviendo al símil del deporte, por mucho que se pueda alcanzar en potencia, si no se entrena y no existe una preparación adecuada, otros con menos talento llegarán mucho más lejos. Consigue más el que quiere que el que puede, y es totalmente cierto.

Llevando esto al mundo de la literatura, viene a significar que no basta con tener una muy buena idea, sino que además se debe pulir el estilo y la ortografía hasta estar completamente seguros de que la obra, tal y como se envía al editor, podría ir perfectamente directa a imprenta. Aquí se acostumbra a decir: «Bah, los fallos ya los corregirá el corrector». Y con esto lo único que se consigue es complicar el proceso y tener menos oportunidades. Toda obra, por mucho que se esfuerce el autor, necesitará siempre una revisión ajena. Y para eso están los correctores de las editoriales, para corregir algún detalle que se le haya escapado al escritor, pero en ningún caso para reescribir una obra o hacer decenas de cambios en cada página. En una competición, el árbitro debe conocer las reglas de juego; pero también los deportistas, si es que quieren maximizar las posibilidades de ganar.

Por ello, quienes participan en una competición necesitan conocer las reglas por las que se rige. Y en literatura, presentar un manuscrito a una editorial sin conocer las reglas literarias, es lo mismo que un deportista vaya a un torneo creyendo que el árbitro no dará importancia a sus infracciones. Sólo los espectadores pueden permitirse disfrutar del espectáculo sin saber la complejidad que éste conlleva.

Es cierto que en literatura infantil esto no tiene tanta importancia, pues las obras, al ser de corta extensión, dan menos trabajo, pero a medida que subimos en edad, será más complicado recibir una respuesta positiva. Incluso el saber que «nunca me han corregido una falta de ortografía ni el instituto ni en la universidad y tengo un nivel cultural alto», no es ninguna garantía. Es muy diferente el uso que se hace de la ortotipografía en literatura al de otros ámbitos, y muy raro que alguien que no esté familiarizado lo conozca. Un ejemplo es utilizar las comillas inglesas "" en vez de las españolas «», lo cual es dado como correcto fuera de este sector porque estas últimas son difíciles de poner a mano, pero en realidad es un uso erróneo. Y como este ejemplo, hay otros muchos. Por eso, es conveniente estudiar la Ortografía de la lengua española y luego contrastarla con el uso real que se hace de ella, prestando atención en la lectura de libros de editoriales de reputación contrastada (hay otras vías que ahorrarán tiempo y esfuerzo —como cursos o masters impartidos por editoriales o universidades—, pero que yo sepa, ninguno de ellos es gratuito). Controlar esto implica ir más despacio al principio, pero si se consigue, todo será mucho más fácil para publicar con regularidad.

Respecto a cómo enviar el manuscrito, cada editorial es un mundo y tiene sus propias preferencias, y sólo contactando con ellas se puede llegar a saber cómo funciona cada una. Algunas son más abiertas y detallistas en sus explicaciones y otras no tanto, lo cual hace bastante complicado este punto. No obstante, aun existiendo tantas particularidades, el agente literario Guillermo Schavelzon ofrece unas pautas generales que se pueden leer aquí.

Una vez publicada la primera obra, toda cuanta iniciativa se tome para promocionarla, mejor. Aquí cada uno opta por sus propias medidas de promoción (charlas, conferencias, presentaciones, creación de un blog o una página web, participación en foros, redes sociales...). Sin embargo, generalmente el esfuerzo no suele ser parejo al resultado final. Lo cierto es que un autor con una sola obra no acostumbra a alcanzar demasiada relevancia, ni aun ganando un premio importante; incluso con este respaldo algunos pasan desapercibidos, lo cual demuestra lo difícil que es conseguir notoriedad en los comienzos, y realmente, sin notoriedad, complicado es que un libro venda. Y si no cumple con las expectativas que el autor tenía, éste se encontrará con la primera prueba de fuego. Quien escriba sólo por fortuna y fama, lo más probable es que abandone porque ciertamente es «demasiado trabajo para tan poca rentabilidad».

Sinceramente, creo que un escritor no descubre si su estímulo es vocacional o de otra índole hasta que llega este momento. Pero el no alcanzar un éxito inmediato no debe ser una causa de desmotivación. Hay que ser consciente de que en España se editan alrededor de 70.000 títulos al año, y todos con el mismo deseo... También conviene recordar que las editoriales son empresas y, como tales, invierten en aquello que creen que puede ser rentable; si se equivocan más de lo que aciertan, al final quiebran. Así que, la publicación de un libro debe ser siempre una noticia positiva para el autor, independientemente del resultado.

Por otra parte, realmente lo que resulta más rentable no es un autor con una sola obra, sino aquel que es capaz de desarrollar una carrera literaria. Muy probablemente, de esto son más conscientes los editores y agentes literarios que los propios escritores, al menos en sus inicios. Significativa me pareció en este sentido la siguiente entrevista a Alicia González Sterling, agente literaria de Bookbank:


La verdad es que cuando antes escuchaba a los autores consagrados decir que su mejor recomendación para los escritores noveles era «escribir» pensaba: «¡Pues vaya consejo!». Ahora sonrío. Me hace gracia porque empiezo a entenderlo...